EN EL SILENCIO QUE ABRAZAN LOS CANDADOS

Autor: Carlos Flaminio Rivera

Por el agujero que fisgonea en la ventana se ve su ojo mirando la calle. Tantos años de vigilia han redondeado los bordes del boquete que su dedo horadó en la tabla y ahora alcanza a ver la esquina por donde se le llevaron al muchacho y voltearon con él. Entonces ella no estaba tullida ni se veía tan anciana la casa. A veces saca su dedo por el hueco y les apunta

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PARANUBES

Autor: Carlos Flaminio Rivera

Parecía un negocio de familia: niños y padres surgían de repente con gritos de oferta en las esquinas. Llamaban la atención con su alboroto. Al salir descubrimos que los jóvenes más robustos amontonaban el horizonte; le cercenaban al cielo bloques transparentes que luego eran empujados por un tobogan de hielo para que las mujeres, más abajo, amarraran los fardos. El escandoloso grupo que merodeaba las esquinas vendía esta especie de jaulas. El día que empezó a faltar el aire, pusimos el grito en el cielo (en el pedazo que aún quedaba) nadie contestó. Los vendedores aprovecharon ese silencio para juzgarnos. Enfardadoras y cortadores, sentenciaron que la inesperada bonanza de envidia provocada por su negocio, era lo que tenía agitado al mundo. Sólo dejaron para el uso de todos, el cielo de las iglesias.

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